martes, 4 de octubre de 2011

Distancia y añoranza

Esta noche tendré que dormir otra vez sola.
Quién me susurrará al oído la melodía de Moon River
para que duerma sobre su pecho y entre sus brazos.

¿A quién arroparé por la madrugada cuando empiece a hacer fresco?
Con quién entrelazaré mis dedos para recorrer juntos el camino de los sueños.

Echo de menos su olor. Echo de menos sus ojillos.
Añoro sus sonrisa, sus besos, su abrazo. Escuchar sus latidos.
Echo de menos todo él.

viernes, 8 de julio de 2011

SEGUNDO CAPÍTULO DE MI LIBRO!!!

Teo y yo nos encontramos en el metro a la mañana siguiente. Bueno, la mañana siguiente y todas las demás. Nos hicimos inseparables. Había días en los que incluso comíamos o cenábamos juntos, a veces en su piso, a veces en el mío. De hecho, muchas de las ocasiones en las que compartíamos la cena en su casa me quedaba allí a dormir y viceversa. Teo era mi mejor amigo.  Pero sólo eso, amigo.  Porque por  aquellos entonces a mí me gustaba Carlos.
Los fines de semana eran geniales porque salíamos Teo, Carlos, Almu, Juan (el novio de Almu) y yo, los cinco juntos, de fiesta. Eran ocasiones perfectas para acercarme más a Carlos en un contexto diferente al del diario de las clases. Cada día me había ido gustando más, no sé. Era un chico inteligente, divertido y atento y esa eran tres cualidades fundamentales. Lo mejor de todo era bailar con él. Teo, Almu y Juan eran demasiado tímidos y no se atrevían tanto a bailar.  Yo disfrutaba mucho ese momento, cuando Carlos me cogía por la cintura y movíamos las caderas al compás el uno del otro.
Teo sólo sonreía mientras tenía clavada su mirada en nuestros movimientos y cuando la canción acababa siempre llegaba con algo de beber para devolverme el aliento. Después, me miraba a los ojos y me  decía que había bailado realmente bien y rodeándome con su brazo el talle, me daba un beso en la mejilla izquierda. Yo sonreía y posaba mi mano sobre su cara, le daba las gracias  y le devolvía el beso en la mejilla.
Esto parecía poner muy celoso a Carlos y los lunes flirteaba con Irene, creo yo que para pagarme con la misma moneda. A mí la verdad es que eso no me hacía ninguna gracia pero sabía disimularlo y al final, desistía. Almu sabía que Carlos me encantaba y ella y Juan hacían todo lo posible para ayudarme.
El caso es que aunque estaba coladita por él, era al que menos conocía porque era con el que menos tiempo pasaba.  Y quería saber más sobre él. Por eso, le pregunté a Teo. Los dos jubaban en el equipo de fútbol de la facultad por lo que pasaban muchas horas a la semana juntos entre entrenamientos y partidos. Al principio Teo me dio algunos detalles que desconocía pero luego empezó a decirme que no sabía nada más de él, que sabía lo mismo que yo y que, sintiéndolo mucho, no podía seguir ayudándome en ese aspecto.
Hasta que un día de mediados de noviembre, sucedió algo que cambiaría mi vida para siempre. Almu llevaba toda la mañana muy rara y nerviosa. Pero lo realmente extraño fue que al salir, Almu se dirigió al aparcamiento porque ese día se llevó su coche. Yo vi a Carlos con su moto y fui hacia él para preguntarle si todo iba bien.
-Carlos, ¿te pasa algo con Almu? No sé, siempre se va contigo y hoy ha traido su coche.
-No, no. No estamos enfadados. Es que ha quedado para comer en casa de Juan y no me pilla de camino.
- Ah, bien, estupendo.
-Bueno, no es estupendo. Hoy me iré solo. Si quieres, podría llevarte…
La idea era tentadora pero ahí estaba Teo, con el que iba y venía en metro todos los días y no podía dejarle tirado. La cara de Carlos cambió cuando se lo dije y no se lo tomó bien porque los días siguientes estuvo muy tenso conmigo y no le dirigió la palabra a Teo. Yo no entendía por qué reaccionó así. Vale, yo le podría gustar, pero tenía que entender que Teo era mi mejor amigo y no iba a darle de lado por ningún motivo.
Por otra parte, mi madre y Patri no hacían otra cosa que preguntarme por los dos, por Teo y por Carlos. Patri decía que le tenía que gustar muchísimo a Carlos para que se hubiera enfadado tanto. Mi madre por el contrario me advirtió que tuviera cuidado con Teo, porque podría hacerle daño sin pretenderlo.
-Hija, Teo parece un chico muy dulce y atento.
-Si, es muy lindo.
-Pero debes tener cuidado con él.
-¡¿Por qué mamá?!
-Porque podrías romperle el corazón sin pretenderlo, podrías hacerle sufrir sin querer.
-Mamá, ya te he dicho mil veces por activa y por pasiva que es sólo un amigo.
-Precisamente por eso nena.
Mi madre me dio mucho en lo que pensar. ¿Podría ser que Teo estuviera enamorado de mí? No, era imposible. Era su mejor amiga y le había escuchado hablar sobre Mercedes, una compañera de clase, mil veces. Estaba segura de que era ella la que ocupaba su corazón.
Llegaron las vacaciones de Navidad y yo regresé a Sevilla para pasarlas con mi familia. Bueno, en realidad no las pasaría en la capital andaluza, estaría en Llerena, el pueblo de mi madre.  Cuando llegué allí, mi madre me dijo que vendría a cenar con nosotros en Nochevieja su amiga María, otra amiga de la universidad, con su novio Matías. Llevaban muchos años viviendo juntos en Buenos Aires y siempre venían a pasar las fiestas navideñas a España pero hacía un par de años que no se veían.  María y Matías son padres de Valeria, una niña de once años,  y de los gemelos Thiago y Simón de cinco,  que, evidentemente, también cenarían con nosotros. A mí no me gustó nada la idea. No por María y Matías que me caían muy bien, ni por los gemelos, un encanto de niños. En cambio Valeria era muy engreída y mandona. Siempre tenía que hacerse lo que ella quería. No obstante no tuve más remedio que aguntarme. Al fin y al cabo habían pasado dos años y mi madre tenía muchas ganas de ver a su otra mejor amiga de la facultad. Además, luego pensé que quizá María podría contarme algo de por qué tanto Estefanía como mis padres tenían esa animadversión por los canarios.
La familia argentina llegó el día treinta a casa y nuestro hogar se llenó enseguida de jaleo y ruido. Ya no sólo estaba mi hermano. Imaginaos como estaba mi casa con cuatro niños gritando y alborotando. Aprovechándome de esa situación y sabiendo que mi madre había salido a hacer unas compras, abordé a María en el salón y le dije que tenía que hablar con ella sobre un asunto de mis padres.
-María, quería preguntarte algo. Verás, he conocido a un chico en la facultad. Se llama Teo, es de Canarias. Bueno, sólo somos amigos pero parece que a mis padres no les agrada nuestra amistad.
-Perdona, ¿me has dicho que se llama Teo? Es mucha coincidencia.
- ¿Por qué coincidencia?
-No nada, disculpa, estaba pensando en otra cosa.  Con respecto a lo de tus padres no puedo decirte nada.  Deberían ser ellos los que te contaran. Mejor dicho, debería ser tu madre la que te resolviera esa duda. Yo no soy quien para decirte nada sin su permiso. Pero cuando ella te dice eso es porque tiene sus motivos.
-¿Pero qué motivos son esos? Ella no puede saber cómo es Teo sin conocerlo. Yo si lo conozco, paso casi todos las horas del día con él. Antes de juzgar a las personas tiene que conocerlas.
-Tu madre, créeme, es la primera que no juzga sin conocer, pero cariño, el gato escaldado del agua fría huye.
-¿Y qué agua fría escaldó a mi madre? ¿Qué le pasó?
-Guadalupe, no puedo decirte nada más. Lo siento.
Y María se fue a jugar con los niños al patio y me dejó allí sentanda reflexionando sobre lo que me había dicho. No me había contado nada pero en realidad me había contado mucho. Al menos ya tenía un hilo del que tirar: un chico canario había hecho sufrir a mi madre.
María no volvió a soltar prenda los días que estuvo en mi casa. Ella, Matías y los niños se marcharon el día dos para Jerez, la ciudad natal de María para pasar la noche de Reyes allí.  Al principio pensé que podría sacarle algo más de información, pero luego me di cuenta que no me diría nada más. Vi paralizada mi investigación. Mis padres no me iban a contar nada y estaba claro que María, Matías, Estefanía y Paco tampoco.  Así se pasaron las vaciones de Navidad y tuve que regresar a Madrid.
Tenía muchas ganas de reencontrarme con Almu, con Juan, con Carlos… pero sobre todo con Teo. Por alguna razón era al que más había echado de menos. Con Carlos hablé casi todos los días y fue con Teo con quien menos contacto tuve durante las fiestas. Puede que lo echara más de menos  porque a lo mejor sentía algo más que amistad por él. Lo negué rápidamente y alejé ese pensamiento de mi cabeza.
Al dia siguiente cuando los volví a ver, noté algo muy raro en las caras de Almu, de Teo y de Juan. Me miraban de forma extraña, no entendía por qué, pero sabía que algo había pasado durante mi ausencia. Supuse que nada tenía que ver con Teo pues él se fue de Madrid también para pasar las fiestas con su familia en Canarias. Yo les insistía diciéndoles que algo pasaba y que me lo contaran, pero los tres lo negaban y se esforzaban por cambiar la seriedad de sus rostros.
Al final, no me dijeron nada, pero Teo me sugirió que nos tomáramos una tarde sabática antes de los exámenes del primer parcial. A mí me pareció una idea excelente y quedó en pasarse a por mí sobre las cinco. Estuvimos de compras aprovechando las rebajas de enero y después nos fuimos a un pub a tomarnos algo.  No sé por qué cambió de idea pero Teo acabo contándome la razón del extraño comportamiento suyo y de nuestra pareja de amigos.
-Guadalupe, yo no puedo mentirte. Cuando esta mañana decías que nos pasaba algo tenías razón. El problema era que no queríamos decírtelo para no hacerte daño, pero yo tengo que contártelo, no puedo ocultarte nada, y además pienso que es mejor que lo sepas.
-Teo, me estás asustando. ¿Qué pasa? ¿Estáis bien no?
-Si, si, Guadalupe, en eso puedes estar tranquila. El problema no somos nosotros. Uf, es que no sé cómo decírtelo. Me cuesta tanto…
-Por favor, dilo ya. Una vez que has dado el paso, no puedes callar y echarte atrás.
-Verás, yo no lo he visto porque como bien sabes he estado todas estas vacaciones en Canarias, pero Almu y Juan me lo han contado. Resulta que Carlos se ha liado con Irene estas Navidades.
Fue un mazazo en toda regla. Era lo último que me esperaba. ¿Cómo era posible que lo hiciera? ¡Si la ponía verde delante de mí! ¡Qué hipócrita! No sabía lo que decir ni qué hacer en ese momento. Me quedé pasmada.
-Lo siento Guadalupe. Creo que es una tontería preguntarte si estás bien porque supongo que no lo estarás.
-Hombre Teo, es algo que no me esperaba. Tu bien sabes cuantas veces le hemos escuchado hablar mal de ella. Y también sabes cómo tonteaba conmigo. Me parece muy mezquino y ruin jugar así con los sentimientos de la gente.
- No sé. Me han contado que fue puntual, sólo una noche y que se quedó ahí. Ya has visto que hoy en clase ni siquiera se han mirado.
-Me da igual. Una persona que critica a otra y luego se enrolla con ella es de todo menos creíble. Y ahora Teo, pidamos otra ronda de cerveza.
Se nos fue la mano bebiendo esa noche, a los dos. Quizá no tendríamos que haber bebido tanto. Desde luego un imbécil como Carlos no merecía que yo me emborrachase por él.  Pero me emborraché, y no sólo yo. Teo estaba como una cuba.  Ninguno de los dos podía irse solo a casa en nuestro estado y decidimos ir a dormir esa noche a su casa, que era la que nos pillaba más cerca.
Ya en la calle, Teo me cogió por la cintura con mucha delicadeza y note una reacción extraña en mí. Fue como si se abrieran las puertas de mi alma. Me paré en seco, el seguía con la mano en mi cintura, y lo miré a los ojos. Entonces puso su otra mano en mi mejilla derecha y me besó con dulzura. No voy a decir que no me gustó porque sería ser tan falsa como Carlos. Yo sólo cerré los ojos y me dejé llevar.
A ese beso siguieron muchos otros, algunos de ellos dulces, pero la mayoría apasionados. Nos parábamos a cada paso que dábamos para unir de nuevo nuestros labios. Y así llegamos a su piso.
Por la mañana todo era muy embarazoso. Era muy extraño despertar junto a Teo. Y no es que fuera la primera vez, pero si era la primera vez después de que pasara algo entre nosotros. De hecho, ninguno de los dos supo como actuar.  Finalmente hicimos como si nada hubiera pasado.  Nos levantamos, desayunamos y cada uno se duchó por separado.
Como cada día, nos vieron llegar juntos a la facultad asi que ninguno de nuestros amigos sospechó nada. Lo peor de todo fue como tuvimos que disimular durante todo el día. No nos atrevíamos a mirarnos a los ojos porque si nos mirábamos, nos delataríamos. Y yo estaba deseando contarle a alguien lo que había pasado.
Cuando llegué a mi piso me tiré en el sofá y cogí el teléfono para llamar a Patri. No podía creer todo lo que le conté, desde lo de Carlos con Irene hasta lo mío con Teo. Conociéndola como la conozco, sé de seguro que estaba dando saltitos en su casa. Le dije que se controlara, que su madre le iba a preguntar y que por nada del mundo dijera nada de lo que había pasado.
Después de decirle eso me planteó varias cuestiones que ni se me habían pasado por la cabeza: qué sentía por Teo, si aquello iba a volver a repetirse y qué iba a pasar ahora. Sinceramente, no tenía respuesta para ninguna de las tres. No estaba segura de lo que sentía por él, tampoco sabía lo que pasaba por su cabeza, no sabía si él quería que volviera a pasar algo entre los dos y mucho menos conocía sus verdaderos sentimientos.
Al día siguiente, como cada mañana, Teo y yo nos encontramos en el metro. La tensión reinaba en el ambiente, tanto, que podía cortarse con un cuchillo y yo ya no pude aguantar más.
-Teo, lo que pasó el otro día…
-Bueno, no sabía si querías hablar de ello.
-Si, tenemos que hablarlo. Ahora no, no es el momento ni el lugar adecuado. Pero tenemos que hablar.
-Tienes razón. Si quieres podemos quedar después de clase, nos tomamos algo y lo hablamos.
-Ok. Me parece bien.

domingo, 5 de junio de 2011

EL PRIMER CAPÍTULO DE MI LIBRO

Era mi primer día de clase en la universidad y estaba muy nerviosa.  Nunca antes me habia separado tanto tiempo de mi madre y había estado tan lejos de casa. Madrid es una ciudad muy grande para una chica de dieciocho años alejada de su familia y amigos. Pero estaba allí y lo que estaba en juego era mi futuro.
Mi madre es una gran periodista deportiva que trabaja en un canal de televisión autonómico. Pese a tener un trabajo muy absorbente, nunca nos ha tenido descuidados ni a mí ni a mi hermano Diego.  Lleva veinte años en la profesión realizando una labor impecable. Yo siempre he admirado su trabajo y decidí seguir sus pasos. Y ahí estaba yo en el metro atestado de gente con dirección a la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid.
La gente iba y venía de un lado para otro. El campus era un caos absoluto y estaba realmente perdida. No sabía hacia dónde dirigirme, todo aquello era nuevo para mí.  Con mi carpeta en la mano y el horario del primer cuatrimestre seguí andando si rumbo fijo a ver si con suerte lograba llegar a mi edificio.  En esas estaba cuando escuché la voz de alguien que al parecer se dirigía a mí.
-¡Hola! ¿Tú también estás buscando la Facultad de Periodismo?
- Si ¿cómo lo has sabido?
- No te asustes, te he visto el horario. Yo tampoco sé como llegar.
- Con tanta gente y tanto edificio la verdad es que es complicado.
- Y tampoco eres de aquí.
- ¿Se me nota verdad?  (risa) Soy de Llerena, un pueblo de Badajoz, pero vivo en Sevilla con mi madre porque trabaja allí.
- Yo soy canario, de Santa Cruz de La Palma.
- ¡Y me quejo yo de estar lejos de casa!
- Si, la verdad es que uno echa de menos a su gente.
- ¡Anda mira! ¡Creo que la hemos encontrado!
- Si, menos mal. Por cierto, me llamo Teo.
- Yo soy Guadalupe.

Entramos en el aula, que estaba llenísima, y nos sentamos en los primeros asientos que vimos libres.  Leo y yo estábamos en el mismo grupo y teníamos el mismo horario. Al menos ya conozco a alguien – pensé-.  En ese momento una chica bajita de pelo rizado y negro y ojos del mismo color que su cabello se sentó a mi lado.
-¡Hola! ¡Qué nervios! ¿Verdad? Soy Almu.
-¡Hola! Soy Guadalupe y este es Teo – le dije presentándoselo.
No pudimos decir mucho más porque en ese momento entro la profesora en clase y se hizo el silencio. La verdad es que me hubiera gustado seguir hablando un poco más con Almu, parecía una chica muy simpática. No tardé mucho tiempo en hacerlo porque la profesora terminó pronto la presentación y nos quedaban dos horas para la próxima clase. Leo, Almu y yo nos fuimos a la cafetería a desayunar. Allí nos conocimos un poco más.
Almu era de Madrid, todavía tenía 17 años (su cumpleaños es a principios de diciembre), tenía novio, estudiante de fisioterapia, y Carlos, su amigo de toda la vida, también estaba en nuestra clase; se había quedado dormido y por eso no había ido a primera hora.
Después le tocó el turno a Teo.  Nos contó que sus padres llevaban bastantes años separados, desde que el tenía ocho meses.  Después su madre se casó con otro hombre con el que tiene otros dos hijos, y su padre rehizo su vida con otra mujer con la que tuvo una niña. Me conmovió bastante su historia. No se llevó nunca bien con su padrastro y por eso se fue a vivir a los catorce años con su padre, con su madrastra y con su hermana – a la que dijo adoraba.  Su madre nunca le perdonó eso y no quiso saber nada más de él. Además, al poco de nacer la pequeña, la mujer de su padre tuvo un accidente de coche y murió, dejando a los tres solos.  Era una historia muy dura y Almu y yo nos quedamos sin saber muy bien lo que decir.
-Es muy triste. Lo sentimos – dije.
-Bueno, ya hace algún tiempo de eso.
-Cuatro años ¿no?
-¿Cuatro? No, no, hace más.
-Pero si tú tenías catorce…
-En realidad tenía quince cuando mi madrastra falleció, pero no tengo vuestra edad, soy algo más mayor.
- ¿Algo como cuánto?
- Tengo veinte.
-¿ Eres dos años mayor que nosotras? ¡Vaya, aparentas nuestra edad! –exclamó Almu.

El tiempo se nos pasó volando y tuvimos que volver al aula. Cuando entramos en clase Almu nos presentó a Carlos, que ya había llegado. Era alto, moreno, de ojos verdes y  muy guapo.  Y casi sin poder decir nada, se nos presentó la que intuí iba a ser la típica popular de la clase. Estaba claro que había visto a Carlos y se había convertido en su objetivo, porque si fuera Teo ya se habría presentado en la primera clase.
-Soy Irene ¿qué tal?
-Bien, bien, soy Carlos.
-No te he visto esta mañana. ¿Ya te estás saltando las clases? (risa tonta).
-Ah…no, de verdad. Me he equivocado al programar el despertador y me que quedado dormido.
No podría resultar más patética en su intento de ligarse a Carlos. Supe desde ese mismo momento que Irene y yo no nos íbamos a llevar bien. Sus aires de superioridad camuflados detrás de una dulce sonrisa y una voz aterciopelada no pasaban inadvertidos para mí. Teo pareció sonreir. Supongo que debió de darse cuenta de lo que estaba pensando y quizá él, tenía la misma opinión. Almu por el contrario pareció muy complacida y encantada con Irene. Sospecho que fue porque apreció que esa era la puerta a la popularidad.
La segunda clase del día también fue muy corta, con una pequeña presentación del profesor y de la asignatura. Había terminado mi primera jornada en la universidad y parece que había salido todo bien.  Carlos tenía allí su moto y se marchó con Almu. Teo y yo nos quedamos solos en la puerta de la facultad y nos encaminamos juntos hacia la parada del metro.
La casualidad hizo que viviéramos cerca y tomamos el mismo convoy. Fuimos todo el trayecto charlando y así fue como supe más de él.
Había estado dos años sin estudiar y siempre le picó el gusanillo de la comunicación.  No pudo estudiar periodismo en un principio porque en su tierra no se pueden cursar esos estudios y no quería dejar a su padre tan solo con Ara, su hermanita, con la muerte de su madrastra tan reciente.  El nombre de su hermana me sorprendió bastante. Así se llama mi madre y le verdad, no es un nombre muy común, es un nombre de un pueblo extremeño, vecino de mi pueblo natal.
-¿Ara?
-Si,  ya se que no es un nombre muy común pero es así. No es diminutivo ni de Araceli ni de Aránzazu ni de nada.
- Ya, ya lo sé. Me ha sorprendido porque mi madre se llama así. ¿Sabes por qué le puso tu padre ese nombre?
-¿Tu madre se llama igual? ¡Vaya, qué casualidad! Pues le verdad es que no lo sé exactamente. Creo que es por una amiga suya a la que aprecia bastante y hace mucho tiempo que no ve.
Bueno –me dije- las casualidades existen. Lo mismo la amiga de su padre desciende de la zona. Acto seguido comencé a hablar yo un poco sobre mi vida. Le comenté que yo no conocía a mí padre, que no sabía quien era.  Mi madre nunca me lo quiso decir. Para mí mi padre es, y siempre fue, el ex marido de mi madre, un amigo de la facultad con el que se reencontró años después de terminar la licenciatura y con el que había tenido a mi hermano Diego.  Leo se sorprendió y con una sonrisa me dijo:
-No te lo vas a creer pero mi padre se llama Diego. – A mi aquello no me sorprendió tanto. Al fin y al cabo, Diego es un nombre más usual.
-Bueno, Diego es un nombre más común.
-Eso es verdad, pero me parece curioso. ¿Sabes por qué le pusieron Diego?
-Por lo que tengo entendido, mi madre siempre quiso ponerle Manuel al primer hijo que tuviera, por su único primo hermano, pero riñeron y su segundo nombre favorito era Diego.
-Es una suerte que tus padres se lleven bien. Eso no pasa tan a menudo.
-No, la verdad es que no. Tengo mucha suerte. Los dos decidieron separarse de mutúo acuerdo. Mi hermano era muy pequeño, tenía unos cinco años. Mi padrastro rehizo su vida con una chica seis años más joven y va a tener un bebé. ¡Estoy muy ilusionada!
-Ojalá yo pudiera tener una familia así, tan bien avenida.
- ¿No ves a tus hermanos?
-A uno sí, a Darío, el mayor de los dos. Pero mi madre le ha comido la cabeza a Marco, el pequeño.
-Bueno, no te preocupes. Seguro que cuando sea más mayor comprenderá las cosas.
-Si, son pequeños, pero ya no tanto. Darío tiene 10 y Mateo sólo es un año más pequeño. Con esa edad yo ya entendía ciertas cosas.
- Se dará cuenta algún día.  Verá la actitud de Darío y seguirá su ejemplo. Los chicos sois mucho de seguir los pasos del hermano mayor.
-En eso último te doy la razón, pero mi madre es muy posesiva y dudo que lo deje. De hecho temo por Darío. Ha tenido problemas porque mi madre se enteró de que hablamos y a veces lo visitaba en el colegio.
-Perdona que te lo diga, y con todo el respeto, ¡menuda es tu madre!
-Yo sé que ella me quería mucho. Era su ojito derecho y el marcharme con mi padre le dolió mucho, pero tiene que entender que la actitud de su marido no es la correcta. La educación que le da a mis hermanos no es buena. Los está educando en la violencia, en la agresividad. Yo no soporté la situación y se lo conté a mi padre, quien reclamó mi custodia.
-Bueno, algún día se arreglarán las cosas. Tu madre entrará en razón, tú podrás disfrutar de Darío y Marco y ejercer de hermano protector con ellos. Ya verás como sucederá.  Por cierto, me bajo en la próxima parada.
-Bien. Yo en la siguiente. Esto… ¿a qué hora coges el metro mañana? Lo digo para intentar coger el mismo que tú e ir juntos.
-Pues la hora exacta no lo sé pero supongo que a eso de las ocho.
-Perfecto. Intentaré coger ese. Nos vemos mañana. Ciao.
-Ciao – dije al salir mientras se cerraban las puertas del vagón.
Teo era un chico muy simpático, me cayó muy bien. Además no estaba mal, era mono. Y no sé, sentía una conexión especial con él, es como si lo conociera de toda la vida. Nunca me había pasado eso con nadie. Lo había escuchado en un montón de películas – a mi madre le encantan las comedias románticas, tiene una gran colección de títulos y yo crecí con ellas-  pero no lo había experimentado hasta entonces. Siempre creí que eran una mentira del cine pasteloso.
Llegué al piso y me puse a hacer la comida. Estaba deseando llamar a mi madre pero no podía porque sabía que a esa hora estaría liadísima preparando el informativo del mediodía y mi padrastro se encontraba en la misma situación. Por eso llamé a Patri, mi mejor amiga. A Patri la conozco desde que éramos pequeñas. Tiene dos años menos que yo pero crecimos juntas. Es la hija de Fanny, una de las mejores amigas de mi madre, y de Paco, también amigo de mi madre desde la facultad. Es lista y vivaz, sabe escuchar y lo más importante, sabe callar y guardar un secreto. En definitiva, se caracteriza por discreción e inteligencia.
Patri no me cogió el teléfono y no le pude contar a nadie mi primer día de clase hasta que llamé a mi madre después del informativo. Cuando le mencioné que Teo era canario noté por su voz que no le hizo mucha gracia, pero no dijo nada. Yo tampoco quise preguntar. La que me preguntó en este caso fue ella. Me sorprendió su pregunta, no sé, era pronto para preguntar esas cosas. Se interesó en saber si Teo era guapo y mono, si era simpático y un largo etcétera. En fin, el test que hacen las madres para saber si a su hija le gusta un chico. Lo conocía de cinco horas, algo pronto para reconocer que se trataba del amor de tu existencia[1].

Mi madre nunca me había contado nada de su vida sentimental. Del único hombre del que me habló fue mi padrastro. De ninguno más. Me narró como se conocieron, la actitud distante que tenía mi padre al principio, como cambió esa actitud en el penúltimo curso, de su reencuentro en un trabajo, de su primer beso, de su primera vez  juntos, de la petición de matrimonio y todo eso. Pero sé perfectamente que hubo otros en su vida. Alguno tuvo que haber para que yo esté aquí. Además, en la vida de toda mujer siempre hay más de un hombre. Lo sabía por eso y porque Estefanía me había contado algo.
La madre de Patri me había hablado de tres hombres importantes en la vida de mi madre, al menos desde que ellas dos se conocieron. De uno apenas me contó nada. Sólo me dijo que se conocieron en el pueblo un verano y que mi madre estuvo perdidamente enamorada de él durante muchos años, llegando a hacer alguna locura por él. Del segundo y del tercero me contó algo más.
Uno de ellos, Colin, era irlandés y se conocieron en un curso de inglés que mi madre fue a hacer a Santander. Mi madre tenía veinte y él era siete años mayor y su profesor de vocabulario. La noche que acabó el curso se fueron juntos a su piso. Debió de ser una decisión importante para mi madre porque esa noche perdió la virginidad. Por lo visto la relación siguió adelante algún tiempo. Se veían cuando podían y hablaban casi todos los días. El problema es que él no quería nada serio y mi madre quería una relación estable.  Fanny me dijo que mi madre tuvo mucho valor y que dio el paso para dejar las cosas claras y finalmente, romper la relación.
Sabía que mi madre era una mujer con las ideas claras pero esa historia aumentó la imagen de fortaleza que tenía de ella. Deduzco que fue una decisión difícil de tomar pero se armó de valor y afrontó la situación con valentía y mucha madurez. Me sentí muy orgullosa de ella cuando la madre de Patri me lo contó.
La tarde transcurrió sin muchas novedades. Llamé a mi padrastro y le conté cómo me había ido el primer día de universidad. Después salí a dar un paseo y buscar por el barrio algún gimnasio o alguna academia de bailes latinos -siempre quise aprender a bailar salsa y tango. Encontré las dos cosas en una sola. Era un gimansio bastante grande, tenía máquinas de todo tipo y parecían muy nuevas. En la planta de arriba se impartían las clases de baile y en la planta de abajo había una piscina climatizada. Mejorar mi natación era algo que necesitaba y por eso me apunté  a las tres cosas.
Por el camino de vuelta a mi piso llamé a mis amigas, que me acribillaron a preguntas sobre los dos chicos que había conocido esa mañana. La verdad es que ninguno de los dos me había impactado como para haber tenido un flechazo, pero Patri me dijo que conociéndome, me gustaría Carlos de primeras, pero que después de conocerlos a los dos en profundidad, acabaría locamente pillada por Teo. Y entonces escuché perfectamente como Fanny decía: “Espero que no, y si tiene que pasar, que esta vez la historia acabe bien y no lo pase tan mal como lo pasó su madre con otro canario”. No conocía esa historia de mi madre y me quedé bastante pensativa.
La noche llegó enseguida y después de cenar, me fui pronto a la cama porque estaba muy cansada. Volví a pensar en lo que había oído sobre el amor de mi madre por un chico canario y sobre todo por el tono en el que lo dijo la madre de Patri. Era como si mi madre realmente hubiera sufrido mucho por aquel hombre y no se hubiera recuperado nunca del todo. Después me quedé dormida porque eso fue lo último que recuerdo.


[1]  Guiño a la Saga Crepúsculo de Stephenie Meyer.


sábado, 4 de junio de 2011

DIEGO

NI LAS ESTRELLAS POR LA NOCHE,
NI LAS NUBES POR EL DÍA,
NI EL SOL ME DA LA ARMONÍA
QUE ME DA EL PRONUNCIAR TU NOMBRE.

SENTÍ TU VOZ EN MI OÍDO,
SENTÍ TU TACTO EN MIS MANOS,
SENTÍ TUS DEDOS EN MI PELO
Y TUS LABIOS EN MIS LABIOS.

TU DULCE VOZ MELODÍA
TU DULCE TACTO CALOR
TUS DULCES DEDOS CARICIA
TUS DULCES LABIOS AMOR.

TODO ERA MENTIRA,
TODO ERA ILUSIÓN,
TODO ERA UN SUEÑO,
QUE MI CORAZÓN FORJÓ.

DESPERTÉ SOBRESALTADA
EL CORAZÓN CON VOZ DE FUEGO
CERRANDO LOS OJOS EN LLANTO
GRITANDO DIEGO, DIEGO, DIEGO.