jueves, 5 de julio de 2012

El chico de tus sueños.


Seguro que todas habréis conocido alguna vez un chico fantástico cuando menos lo esperabais. Resulta ser que cumplía todo aquello que buscáis en un hombre. Y parece que por fin se alinean los planetas o algo parecido porque vosotras también les gustáis. Además, esa noche os acompaña a casa, se queda a dormir con vosotras y la cosa no va más allá de unos besos. Tierno, romántico y dulce ¿verdad?

Otro día quedáis, es vuestra primera cita. Os tomáis un helado, dais un paseo... y el vuelve a acompañarte a casa. Esa noche os entregáis a la pasión y el uno al otro. Y cuando parece que todo es mágico, él te dice que se tiene que ir y no se queda a dormir junto a ti.  Tú, claro, te quedas hecha polvo.

Dos semanas después, quedáis en veros en la entrada de la feria. Después de haberos estado buscando todo el día, por fin, por la noche, vais a encontraros. Tú vienes de cenar en casa de una amiga. Y allí está. En la portada esperándote. Llegas a él y te besa como nadie te ha besado nunca. El beso más perfecto que puedes imaginar. Y con él pasas dos horas maravillosas. Después, ambos volvéis con los amigos. Y no lo volverás a ver hasta casi un mes después.

Cuando menos te lo esperas, da señales de vida. Quiere quedar contigo para cenar y ver una película en su casa. La cosa pinta cuanto menos bien. Todo lo que rodea el ambiente es fantástico. Allí estáis los dos, juntitos en el sofá, cogidos de la mano... De repente, llegáis al límite de Megavídeo, y claro, mientras pasa la media hora de espera y no pasa... lo que empieza con besos pasa a mayores. Allí estas en el sofá, encima de él, con más calor que en la comunión de Charmander. Y decidís iros a su habitación.

La cosa se dispara, vuestra ropa sale volando por la habitación y en un abrir y cerrar de ojos, os estáis fundiendo en uno solo. Después, os abrazáis, habláis y decidís iros a dormir. Pero antes, se levanta, abre la tapa de su piano y te toca la canción más romántica de una de tus películas favoritas.

Y llega tu cumpleaños. Estáis de exámenes y no podéis quedar, pero te promete que habrá recompensa.  Una semana después, libres de agobios, te invita a cenar. ¡Es todo tan maravilloso! Va  a recogerte a la puerta de casa y cogiditos de la mano vais hacia el restaurante. Allí, ninguno de los dos se decide. Entonces él se pide dos platos que os gustan a los dos, y tú otros dos platos que os gustan. Así podéis compartir la comida.

Acabáis de cenar y vais a tu casa. Esta vez,  vais caminando cogiditos de la cintura. La gente os mira al pasar porque sois la pareja perfecta. Los viejecillos, sentados en los bancos, os sonríen pensando que parejas como la vuestra ya no quedan.  Y así, llegais a tu piso.


Subís, lo invitas a una copa. Tienes otra sorpresa preparada. El postre. Nata. Os vais a la habitación, hacéis el amor. Y él te dice mientras tanto lo más bonito que te han dicho hasta el momento. “No cambiaría estar aquí contigo en este momento por estar en otro lugar del mundo”. Él te hace sentir única. Te sientes la chica más especial del universo.

Pero eres conscientes de que el verano ha llegado, el curso ha acabado y esa noche es la despedida. Por la mañana temprano, mientras volvéis a hacer el amor, se te escapan unas lágrimas porque sabes que no volveréis a estar juntos.

Os vestís, desayunais, y lo acompañas hasta la mitad del camino que separa tu piso y el suyo. Allí os besais, no queréis despegaros. Entonces tú haces acopio de valor y le dices: “Esta ha sido la última vez ¿no?”. “Si, supongo que si”,  responde él. Intentas aguantar las lágrimas. Lo besas por última vez y sigues tu camino sin mirar atrás. Porque si vuelves la mirada estás perdida.

Un mes después vas de vacaciones con tus amigas cerca del lugar donde veranea él. Le escribes un privado por una red social. Tarda dos días en contestarte. Este año ha cambiado su lugar de veraneo. Está con unos amigos y ha conocido una chica. Se te parte el corazón.

Primero lo sigues amando. Después lo odias. Pero pasado un tiempo piensas que no debes guardarle rencor porque en el fondo él nunca te prometió nada y sobre todo porque te dio todo lo que buscabas en un chico. Entonces una noche que sales con unos amigos, de camino a una de las zonas de marcha de la ciudad, tienes el presentimiento de que te lo vas a encontrar.

Estás en una de las discotecas de la calle y de repente entra un grupo de chicos por la puerta. Uno, dos, tres. El cuarto es su mejor amigo. El quinto, él. Haces como que no lo has visto. Sigues bailando, sonriendo, pero con el corazón a mil revoluciones. Sigue igual de mono que siempre.

Él se percata de que estás allí y huye al fondo de la discoteca, donde no puedes verlo. Tú te quedas hundida. Y sales a la puerta a fumarte un cigarrillo. Cuando estás acabándotelo, abandona el local. Lo llamas. Os saludáis. Es incómodo. Sin embargo él te tiene cogida por la cintura. Os contáis vuestra vida sentimental. Es una competición. A los dos os ha ido bien. Habéis ligado bastante. Sólo que hay una diferencia. Tú no lo has olvidado.

Se va. Y al rato te vas tú también. Tu amiga tampoco tiene un buen día y decidís iros a casa.

Una mañana de abril, justo un año después de conocerlo, sales corriendo de casa. Llegas tarde a un cursillo. Has pasado la noche con un chico. No se ve mala gente. Llevábais tonteando por Facebook dos semanas y decidís quedar para conoceros en persona. Os tomáis una caña y te da una vuelta con su super moto. Pero no es él.

Te bajas del primero de los dos autobuses que tienes que coger cada día. Y cuando te diriges a la parada del otro autobús… allí está. ÉL.

Os miráis y sonreis mientras tú llegas. Os saludáis. Os dais dos besos en la mejilla. Con cariño. De nuevo os volvéis a preguntar cómo os va la vida. Pero esta vez habláis de vuestros estudios, de cómo le va en el conservatorio, de cómo teniendo él clase todos los martes a esa hora y tú el cursillo nunca habéis coincidido. Entonces tú piensas que deberías haber llegado tarde siempre.

Y a todas esas palabras vacías las acompañan miradas que dicen todo. Lo que el corazón siente y la voz calla.

Llegáis a su destino. A ti te quedan dos paradas. Os despedís con otros dos castos besos. Pero sabes que ninguno de los dos tiene ganas de despedirse. Y sabes también que él tiene las mismas ganas de besarte que tú de que te bese.

No han pasado muchos días después de haberos encontrado. En esta ocasión tu vas al centro a hacer unas compras. Vas en autobús. De repente, al poco de montarte, cerca de tu casa, lo ves. Va caminando por la acera. Solo. Pensando en sus cosas. 

Se mudó de piso. Ha vivido todo ese tiempo tan cerca…

sábado, 30 de junio de 2012

Sueño y recuerdo

Me duermo con tu sonrisa
despierto con tu mirada,
sueño con tu presencia
y vivo de tus palabras.

Deprisa me enamoraste
qué certero fue Cupido.
Ya que pude encontrarte
Verte de nuevo es lo que pido.

Recordando el recuerdo
de aquella noche estrellada
bajo la luz de la luna
cuando mi corazón te entregaba.

Es tan grande el sentimiento
Que no acierto a describirlo
Que ni por mil juramentos
Me atrevería  a desmentirlo.

Te sueño junto a mí
despierta mi sueño contigo.
Así olvido el castigo
de la distancia que me separa de ti.


domingo, 22 de abril de 2012

TERCER CAPÍTULO DE MI LIBRO!!


No nos alejamos mucho de mi barrio. Nos sentamos a tomar un café en una cafetería cercana a mi piso. Allí, con el olor intenso y sensual del café, ninguno sabía por dónde empezar ni qué decir.  Después de titubear ambos varias veces, me armé de valor y comencé la temida conversación.
-Teo, no me esperaba lo que pasó entre nosotros. Verás, no es que me arrepienta, es que simplemente me pilló por sorpresa.
-Yo tampoco pensé que pudiera llegar a pasar. Y al igual que tú, tampoco me arrepiento. Si volviera atrás en el tiempo, a esa noche, lo volvería a hacer.
Vaya - pensé- , ¿me está diciendo que no pensó nunca que iba a pasar lo que quería que pasara? ¿me está diciendo que quiere que se repita?
-Teo, me alegro de que no te arrepientas. Sería difícil para nosotros que alguno de los dos lamentara lo que hubo aquella noche.
-Guadalupe, ni me arrepiento, ni me arrepentiría, ni me arrepentiré de ello. Quiero sólo que lo sepas.
-Yo tampoco Teo. Es verdad que habíamos bebido mucho. Si lamento algo es eso.
-Si, yo también. Me hubiera gustado que estuviéramos sobrios para que lo recordáramos mejor, aunque yo no me he olvidado de ningún detalle.
-La verdad es que yo tampoco me he olvidado de nada.
-¿Es bonito recordarlo cuando piensas en ello verdad?
-Si, es muy bonito.
Así acabamos el café, pagamos la cuenta y nos marchamos. No teníamos mucho tiempo porque estábamos de exámenes y teníamos que estudiar muchísimo. No obstante, me acompañó a casa. Por el camino, seguimos mantuviendo la conversación del café.
-Guadalupe, me encantó lo que pasó entre nosotros. Si hay algo que me fastidia es que tú lo hiciste por despecho después de saber lo de Carlos y a mí me hubiera gustado que fuese porque lo sentías de verdad.
-Teo, sentí cada beso que me diste, cada caricia que me hacías. De hecho, ¡nunca he sentido algo así con ningún chico! Y para que lo sepas, ¡esta última semana ha sido horrible! Todo el tiempo disimulando con Almu. No podía mirarte a los ojos sin que mis mejillas se encendieran.
Él no me respondió, no habló ni tan siquiera para decir esta boca es mía. Sólo me besó. Entonces sentí como si el tiempo se congelara, como si no hubiera nadie a nuestro alrededor, únicamente él y yo. El resto del mundo no importaba.
Subimos a mi piso entre besos apasionados que dieron paso a las dulces caricias que acabaron por quitarnos la ropa. Y así, entre mis sábanas y entre sus tiernos susurros en mi oído, nos entregamos el uno al otro por segunda vez como si no hubiera mañana.
Pero si había un mañana y, por cierto, lleno de apuntes, con los exámenes en una semana. Así de agobiada me desperté, aunque enseguida se me fue el agobio cuando llegó Leo a la habitación con el desayuno.
Todavía estaba en ropa interior y al verlo así no pude menos que sonreir pensando en la bonita forma de despertar que había tenido. Posó la bandeja en la cama y me dio un dulce y tierno beso con el que yo me sentí totalmente llena de serenidad y felicidad. No existen palabras para describir ese mágico momento.
Desayunamos juntos entre juegos y besos. Estábamos totalmente abstraídos de la realidad. Éramos los únicos habitantes de la Tierra y por el momento sólo tendríamos que dedicarnos el uno al otro. Desgraciadamente la vida real hizo acto de presencia cuando sonó mi móvil. Era Almu.
Esa es otra. Nuestros amigos. ¿Se lo diríamos o no? ¿Cómo se lo diríamos? ¿Le contaríamos todo? Se enfadarían al enterarse de que no le contásemos lo ocurrido la semana anterior.  Eso fue lo siguiente que pensamos Teo y yo.  Si no se lo decíamos tendríamos que disimular y ambos sabíamos que sería tremendamente complicado, pues sólo queríamos comernos a besos. Si se lo decíamos sería oficial. La comidilla de toda la clase.  Decidimos esperar al menos un par de semanas.  Hasta después de los exámenes.
Lo mejor de todo es que las clases se cortaron para los exámenes y ya no veíamos todos los días a Almu y a Juan. No teníamos que disimular cuando estábamos juntos, que por otra parte, era generalmente todo el tiempo.
Los días fueron pasando y los exámenes uno a uno los fuimos dejando atrás, algunos con más éxito que otros. Yo tenía claro que en el verano tendría que estudiar y Leo también era consciente de que alguna suspendería. Pero eso no sería un obstáculo para pasar días de verano juntos.
El segundo cuatrimestre comenzó y era la hora de contarle lo nuestro a Almu, Carlos y Juan. Por eso, en clase, le comentamos a Carlos y Almu que por qué no íbamos esa tarde a tomarnos unas cervecitas, que teníamos que contarles algo.
Quedamos en nuestro bar favorito, pedimos una ronda y nos sentamos en una mesa. Por debajo, Teo y yo nos cogimos de la mano para darnos fuerza y ánimo, nos miramos a los ojos y pronuncié:
-Chicos, esta mañana os dijimos que teníamos que contaros algo.
-¿Hay algún problema en clase? –preguntó Carlos.
-No, precisamente no es un problema. Al menos no para nosotros. Quizá vosotros os sintáis algo incómodos después de que Guadalupe y yo os lo contemos. En fin, allá va.
-Veréis, estas tres semanas de estudio… bueno, sabéis que Teo y yo vivimos relativamente cerca y… que hemos estado estudiando juntos.
La cara de Almu reflejaba perplejidad, pero también alegría. Sonreía, le chisporroteaban los ojos. La de Carlos… también era de asombro, pero estaba serio y tenso. Supongo que porque había perdido una presa. Al fin y al cabo eso eran todas las de la clase para él.
-Me alegro mucho chicos. Se os ve felices y eso es lo importante. Además, sois tal para cual. Desde el primer día pensé que teníais muchas cosas en común y había más complicidad entre vosotros de lo normal en una amistad –dijo Almu.
-A mí me gustó desde el principio. Desde que vi su sonrisa. Antes incluso de que me dijera su nombre. Guadalupe.
En ese momento sólo tuve ganas de besarlo. Y lo besé. Era nuestro primer beso delante de nuestros amigos y también en nuestra facultad. A partir de ese momento todos supieron que entre Teo y yo había un sentimiento mucho más fuerte que una amistad.  Y no fueron los únicos en saberlo.
Mis mejores amigas, Patri la primera, lo supieron desde el principio. Pero hubo una persona, a la que todavía no conocía, y que a la postre sería muy importante para mí, que tuvo conocimiento de nuestro noviazgo el mismo día que mis compañeros de clase. Diego, el padre de Teo y a partir de entonces, mi suegro oficialmente.
Hablé por primera vez con él, vía telefónica, dos días después. Estábamos comiendo en mi piso cuando llamó a su hijo al móvil y de buenas a primeras, sin haber hablado mucho, Teo me pasó el teléfono. No me lo esperaba. Me quedé sin palabras.  Balbuceé como pude cuatro cosas, prácticamente sin pensar en lo que decía. Monosílabos más que nada.  Si no pensó que era idiota poco le faltó.
Teo siguió hablando con su padre unos minutos más, supuse que en parte algo sobre mí.  Pero también hablaron de carnavales y de una visita a Canarias con motivo de dicha fiesta. Así me lo hizo saber Teo. Su padre le había dicho que fuéramos los dos a pasar unos días allí. Tenía muchas ganas de conocerme y pensó que no había mejor ocasión que el Carnaval y Los Indianos.

lunes, 27 de febrero de 2012

Un sentimiento que no envejece

¿Qué me dio? ¿Qué le vi? Aún no lo sé. Y ya han pasado casi cinco años.  El tiempo pasa rápido. Y a la vez que transcurre el tiempo suceden muchas cosas. Nuevas personas que entran en tu vida.  Personas que pueden cambiarla, pero no lo hacen. Porque él sigue ahí. Más latente o menos, pero ahí está. Cada día, cada segundo, en cada latido, en cada pensamiento.

¿El mismo sentimiento? Parece que sí, pero de diferente intensidad. Un sentimiento más pausado, más tranquilo, acorde con la madurez que va dando el cumplir años. Era una adolescente cuando le conocí. Ahora, estoy cerca de ser una mujer. Yo he cambiado, él ha cambiado, nuestras circunstancias han cambiado. Sin embargo, mi amor sigue siendo inquebrantable.