No nos alejamos mucho de mi barrio. Nos sentamos a tomar un café en una
cafetería cercana a mi piso. Allí, con el olor intenso y sensual del café,
ninguno sabía por dónde empezar ni qué decir.
Después de titubear ambos varias veces, me armé de valor y comencé la
temida conversación.
-Teo, no me esperaba lo que pasó entre nosotros. Verás, no es que me
arrepienta, es que simplemente me pilló por sorpresa.
-Yo tampoco pensé que pudiera llegar a pasar. Y al igual que tú,
tampoco me arrepiento. Si volviera atrás en el tiempo, a esa noche, lo volvería
a hacer.
Vaya - pensé- , ¿me está diciendo que no pensó nunca que iba a pasar lo
que quería que pasara? ¿me está diciendo que quiere que se repita?
-Teo, me alegro de que no te arrepientas. Sería difícil para nosotros
que alguno de los dos lamentara lo que hubo aquella noche.
-Guadalupe, ni me arrepiento, ni me arrepentiría, ni me arrepentiré de
ello. Quiero sólo que lo sepas.
-Yo tampoco Teo. Es verdad que habíamos bebido mucho. Si lamento algo
es eso.
-Si, yo también. Me hubiera gustado que estuviéramos sobrios para que
lo recordáramos mejor, aunque yo no me he olvidado de ningún detalle.
-La verdad es que yo tampoco me he olvidado de nada.
-¿Es bonito recordarlo cuando piensas en ello verdad?
-Si, es muy bonito.
Así acabamos el café, pagamos la cuenta y nos marchamos. No teníamos
mucho tiempo porque estábamos de exámenes y teníamos que estudiar muchísimo. No
obstante, me acompañó a casa. Por el camino, seguimos mantuviendo la
conversación del café.
-Guadalupe, me encantó lo que pasó entre nosotros. Si hay algo que me
fastidia es que tú lo hiciste por despecho después de saber lo de Carlos y a mí
me hubiera gustado que fuese porque lo sentías de verdad.
-Teo, sentí cada beso que me diste, cada caricia que me hacías. De
hecho, ¡nunca he sentido algo así con ningún chico! Y para que lo sepas, ¡esta
última semana ha sido horrible! Todo el tiempo disimulando con Almu. No podía
mirarte a los ojos sin que mis mejillas se encendieran.
Él no me respondió, no habló ni tan siquiera para decir esta boca es
mía. Sólo me besó. Entonces sentí como si el tiempo se congelara, como si no
hubiera nadie a nuestro alrededor, únicamente él y yo. El resto del mundo no
importaba.
Subimos a mi piso entre besos apasionados que dieron paso a las dulces
caricias que acabaron por quitarnos la ropa. Y así, entre mis sábanas y entre
sus tiernos susurros en mi oído, nos entregamos el uno al otro por segunda vez
como si no hubiera mañana.
Pero si había un mañana y, por cierto, lleno de apuntes, con los
exámenes en una semana. Así de agobiada me desperté, aunque enseguida se me fue
el agobio cuando llegó Leo a la habitación con el desayuno.
Todavía estaba en ropa interior y al verlo así no pude menos que
sonreir pensando en la bonita forma de despertar que había tenido. Posó la
bandeja en la cama y me dio un dulce y tierno beso con el que yo me sentí totalmente
llena de serenidad y felicidad. No existen palabras para describir ese mágico
momento.
Desayunamos juntos entre juegos y besos. Estábamos totalmente
abstraídos de la realidad. Éramos los únicos habitantes de la Tierra y por el
momento sólo tendríamos que dedicarnos el uno al otro. Desgraciadamente la vida
real hizo acto de presencia cuando sonó mi móvil. Era Almu.
Esa es otra. Nuestros amigos. ¿Se lo diríamos o no? ¿Cómo se lo
diríamos? ¿Le contaríamos todo? Se enfadarían al enterarse de que no le contásemos
lo ocurrido la semana anterior. Eso fue
lo siguiente que pensamos Teo y yo. Si
no se lo decíamos tendríamos que disimular y ambos sabíamos que sería
tremendamente complicado, pues sólo queríamos comernos a besos. Si se lo
decíamos sería oficial. La comidilla de toda la clase. Decidimos esperar al menos un par de
semanas. Hasta después de los exámenes.
Lo mejor de todo es que las clases se cortaron para los exámenes y ya
no veíamos todos los días a Almu y a Juan. No teníamos que disimular cuando
estábamos juntos, que por otra parte, era generalmente todo el tiempo.
Los días fueron pasando y los exámenes uno a uno los fuimos dejando
atrás, algunos con más éxito que otros. Yo tenía claro que en el verano tendría
que estudiar y Leo también era consciente de que alguna suspendería. Pero eso
no sería un obstáculo para pasar días de verano juntos.
El segundo cuatrimestre comenzó y era la hora de contarle lo nuestro a
Almu, Carlos y Juan. Por eso, en clase, le comentamos a Carlos y Almu que por
qué no íbamos esa tarde a tomarnos unas cervecitas, que teníamos que contarles
algo.
Quedamos en nuestro bar favorito, pedimos una ronda y nos sentamos en
una mesa. Por debajo, Teo y yo nos cogimos de la mano para darnos fuerza y
ánimo, nos miramos a los ojos y pronuncié:
-Chicos, esta mañana os dijimos que teníamos que contaros algo.
-¿Hay algún problema en clase? –preguntó Carlos.
-No, precisamente no es un problema. Al menos no para nosotros. Quizá
vosotros os sintáis algo incómodos después de que Guadalupe y yo os lo
contemos. En fin, allá va.
-Veréis, estas tres semanas de estudio… bueno, sabéis que Teo y yo
vivimos relativamente cerca y… que hemos estado estudiando juntos.
La cara de Almu reflejaba perplejidad, pero también alegría. Sonreía,
le chisporroteaban los ojos. La de Carlos… también era de asombro, pero estaba
serio y tenso. Supongo que porque había perdido una presa. Al fin y al cabo eso
eran todas las de la clase para él.
-Me alegro mucho chicos. Se os ve felices y eso es lo importante. Además,
sois tal para cual. Desde el primer día pensé que teníais muchas cosas en común
y había más complicidad entre vosotros de lo normal en una amistad –dijo Almu.
-A mí me gustó desde el principio. Desde que vi su sonrisa. Antes
incluso de que me dijera su nombre. Guadalupe.
En ese momento sólo tuve ganas de besarlo. Y lo besé. Era nuestro primer
beso delante de nuestros amigos y también en nuestra facultad. A partir de ese
momento todos supieron que entre Teo y yo había un sentimiento mucho más fuerte
que una amistad. Y no fueron los únicos
en saberlo.
Mis mejores amigas, Patri la primera, lo supieron desde el principio. Pero
hubo una persona, a la que todavía no conocía, y que a la postre sería muy
importante para mí, que tuvo conocimiento de nuestro noviazgo el mismo día que
mis compañeros de clase. Diego, el padre de Teo y a partir de entonces, mi
suegro oficialmente.
Hablé por primera vez con él, vía telefónica, dos días después. Estábamos
comiendo en mi piso cuando llamó a su hijo al móvil y de buenas a primeras, sin
haber hablado mucho, Teo me pasó el teléfono. No me lo esperaba. Me quedé sin
palabras. Balbuceé como pude cuatro
cosas, prácticamente sin pensar en lo que decía. Monosílabos más que nada. Si no pensó que era idiota poco le faltó.
Teo siguió hablando con su padre unos minutos más, supuse que en parte
algo sobre mí. Pero también hablaron de
carnavales y de una visita a Canarias con motivo de dicha fiesta. Así me lo
hizo saber Teo. Su padre le había dicho que fuéramos los dos a pasar unos días
allí. Tenía muchas ganas de conocerme y pensó que no había mejor ocasión que el
Carnaval y Los Indianos.
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