jueves, 11 de julio de 2013

Eras exactamente el tipo de hombre del que quería huir

Eras exactamente el tipo de hombre del que quería huir a toda costa. Lo vi en tus ojos la primera vez que nuestras miradas se cruzaron.  Sin embargo, hice caso omiso a mi razón y me dejé llevar por mis instintos más primarios.

Si, tenía que huir de ti lo antes posible. Esa fue mi conclusión tras nuestra primera cita, tomando un café. Tú no podías darme todo lo que mi corazón anhelaba, no tenías la capacidad de amar verdaderamente a una mujer.

Pero de nuevo me dejé llevar por mi condición humana y volvimos a tener una cita. La de nuestro primer beso, la de nuestra primera mamada. Sin tiempo apenas para recapacitar, esa noche follamos por primera vez.  Y esa noche fue la primera y la última que dormiste conmigo.

Volvimos a follar, unas cuantas veces más. Venías a mi casa, me la metías, te corrías y te ibas. Yo asumí que lo nuestro era sólo sexo, dos personas que buscan el placer en medio de una vida llena de preocupaciones. Hasta que todo cambió.

Hubo un día, después del verano, en el que te vi diferente, algo en mi dio un giro y pensé que quizá esa incapacidad de amar sólo fuera un escudo ante la auténtica naturaleza vulnerable de tu ser.

Y tú, en lugar de hacerme volver de nuevo a la senda de la realidad, dabas alas a mi locura con tu discurso ambiguo, bipolar.  En nuestras conversaciones de madrugada me abrías un poco tu corazón, me demostrabas que quizá albergabas algunos sentimientos y, de repente, de nuevo tu carácter chulesco, seco e incluso en ocasiones borde.

Sentía algo por ti, aun conociendo tu actitud en la cama, algo por lo que yo en ocasiones me sentí denostada, humillada, una mierda. Y pese a todo esto me esforcé y te preparé una sorpresa para tu cumpleaños, una sorpresa que dejaste plantada. Siempre era muy tarde para ti, siempre estabas cansado del trabajo.

Todo cambió de nuevo, volviendo seguramente a lo que siempre tuvo que ser, cuando me faltaste el respeto como no lo ha hecho nadie. Esa noche lloré, lloré muchísimo. Pero también me hiciste más fuerte, me abriste los ojos respecto a ti. No, no puedes amar. Tenía razón, tenía que haber huido de ti cuando estuve a tiempo.
 

Llegó el día de despedirnos, sin saber cuándo nos volveremos a ver. Nos despedimos a nuestra manera. Un encuentro sexual, en mi casa. Sólo que esta vez, al menos yo lo sentí así, no fue un simple polvo. Fuiste menos egoísta, más pasional, más dulce y más tierno de lo que nunca antes habías sido. Y fue así, en nuestra despedida, como hicimos el amor, juntos, por primera vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario