domingo, 21 de julio de 2013

Orgullo, cobardía, inmadurez y prejuicio

Que los hombres tardan en madurar es algo que sabemos desde hace siglos sin que todavía se haya hallado ninguna explicación científica. Pero una cosa es tardar en madurar y otra no hacerlo nunca,  ir de Peter Pan por la vida.  Y lo peor de eso, para ti, es que realmente no hagas lo que quieres por el miedo al qué dirán tus amigos, por el miedo a que te juzguen.  En ese caso, tu problema es la falta de madurez mezclada con la falta de personalidad.

Y, querido, es más grave la falta de personalidad. Porque eso demuestra que no tienes una forma de ser y un pensamiento propios.  La pena es que quizá estés dejando escapar muchas cosas.

Dejarte llevar por los prejuicios de tus amigos no es seguir por el buen camino. ¿Sabes por qué? Porque ellos harán lo que les salga del bolo, como diría la Milá, cuando encuentren lo que realmente quieren. Y les importará un comino lo que piense el resto del mundo, incluidos sus colegas de farra.

Porque explícame qué significa tener un caramelo delante de tus ojos, no parar de mirarlo, querer saborearlo y no hacerlo porque no es del sabor que les gusta a tus amigos. ¿Te gusta realmente ese caramelo? ¡Pues saboréalo! Quizá a tus amigos también les guste ese sabor, sólo que están acostumbrados a disfrutar siempre de los mismos sabores.  Quizá esos amigos sean conscientes de que no pueden alcanzar ese caramelo y lo único que quieran es que tú tampoco lo hagas, sabiendo que eres el único de ellos en disposición de hacerlo.

¿Acaso saben ellos cual es el caramelo que más te puede gustar? ¿Saben el caramelo que más te conviene? Pues no, porque ellos no tienen tus papilas gustativas. No sé si me sigues. ¿Estás pillando esta metáfora?

Por si no lo pillas, me dejaré de rodeos y seré clara. Sólo tú sabes qué es lo que realmente te gusta de una chica, lo que buscas en ella. ¿Qué esa chica no entra dentro del canon de la novia ideal según tus amigos? Pues casi que mejor, oye.

¿No es delgada ni muy guapa? ¿Es bajita y con unos kilos de más? ¿No es una reina de la belleza como las novias y ex novias de tus amigos? Quizá te aporte otras cosas que ellas no le aportan a ellos. Quizás sientas que te apoya, quizá te hace reír, quizá sea buena persona, quizá sea inteligente. Quizá sea la única a la que le parezcas mono incluso cuando vas vestido como el culo.

Ellos no la conocen, no saben realmente cómo es. La juzgan por su físico, por sus amigas, que tampoco son las más populares, o por su estilo de vestir. Y por eso te desaconsejan que vayas a por ella, se ríen de ella en tu cara y, lo peor, tú le ríes las gracias. Y mientras la miras, quizá con un dilema interno entre seguir a tus amigos o seguirte a ti mismo. Pero dura un segundo, lo que tarda uno de tus amigos en hacer otro chiste jocoso de los suyos.

Lo bueno de esto es que me recuerda a mi libro favorito. Si, a Orgullo y prejuicio.  A cuando se descubre que William Darcy desaconseja a Charles Bingley que no se case con Jane Bennet. Supongo que te habrás reconocido en Charles Bingley. Tan pobre de carácter como tú. Pero, pese a todo, permítame que dude de que entre tus amigos se encuentre un William Darcy, ya que él acabo rectificando, pues se percató de dónde residía la verdadera felicidad de su amigo. Como habrás adivinado, siento si estoy reventando el final del libro, Charles Bingley acabó casándose con Jane Bennet. Final feliz, si, pero no por su propio dictamen. De nuevo William Darcy influyó en él.

Las mayoría de las mujeres no tenemos complejo de Wendy, ni de Campanilla, tampoco de Jane Bennet. Más bien tenenemos complejo de su hermana, Elisabeth Bennet. Te diré por qué. Su fuerza, su tener las cosas claras, su firmeza... Todas estas cualidades hacen que no queramos a un Charles Bingley, sino a un William Darcy, alguien que pese a sus juicios previos, pese a las convenciones sociales, pese a su entorno, se molestó en ir más allá de ellos y cambiar a tiempo.

Un hombre cobarde, sin personalidad, influenciable y débil de espíritu definitivamente  NO está hecho para nosotras.


Ahora, piensa. ¿Quieres seguir siendo un Charles Bingley o quieres ser un William Darcy?

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